Sé el padre del año hoy (más o menos)
1. Introducción
“Tengo hijo o hijos. Me da miedo que se conviertan en malas personas, pero tampoco quiero agobiarles tratando que no lo sean.
Me aterra pensar que no hago mi papel familiar, pero no quiero que por obsesionarme, eso afecte a nuestra relación o a su desarrollo.
Busco y busco y cada cosa que encuentro dice lo contrario a todo lo que he encontrado antes. Yo ya no sé qué hacer.
Quiero que sean felices y buenas personas, y quiero hacerlo bien.”
Punto número 1: Si alguien te dice que te va a dar claves (rápidas) sobre cómo hacerlo, dale carpetazo y no vuelvas a escucharle.
Toda esa información que circula sobre el método para hacer niños felices, los consejos para educar idílicamente que suenan muy sencillos, que se presentan como títulos evidentes sin explicar ningún método, consideraciones abstractas que no aportan claves prácticas concretas, y que hablan de la felicidad de los niños, así en general.
Ya hablé en otra entrada (sobre textos difíciles) de que las claves rápidas y fáciles deben ser motivo de desconfianza, lo recuerdo:
Hay muchísimos temas abordables en la crianza de los hijos:
la lactancia, el co-lecho, la aloparentalidad, cómo y cuánto dejar que exploren, cómo evitar transmitirles miedos, qué hacer cuando lloran, a qué edad empezar a castigar, si aplicar o no castigo físico, cómo comunicarse eficazmente con ellos, cómo estimularles sin estresarles, cuántas tareas tienen que tener, cuántas actividades extraescolares…
Y también un enorme número de posibles preocupaciones más desde infancia hasta la adultez, pasando por ese infierno al que ponemos el nombre técnico de “adolescencia”.
Si uno quiere aprender sobre todo ello, ya hay muchísimo estudiado y escrito sobre disciplina1,2 o sobre desarrollo social3 y emocional4, sin embargo, esos no son los puntos por los que hay que empezar.
2. Horas y horas de crianza
Recordemos el objetivo con el que empezamos a desarrollar el tema:
“Que sean buenos, listos, exitosos, valientes pero cautos, con relaciones sociales“…
Todo el mundo lo quiere todo… PERO.
Pero antes de nada hay que hacerse una pregunta:
¿Soy yo lo que quiero que sean mis hijos?
O de otra forma:
¿Estoy siendo yo un ejemplo a favor de lo que quiero que sean, o en contra?
Hay muchas teorías sobre la importancia del modelo de los padres sobre el desarrollo de la personalidad de los hijos, no tanto hablando de apegos, como de patrones de comportamiento.
Algunas tienen un buen cimiento teórico, y otras tufan un poco. Pero todas tienen algo que parece incuestionable: el modelo que suponen los padres es importante, y aumenta mucho la probabilidad de que los niños aprendan esos patrones de comportamiento, o sea, que se parezcan a ellos.
Voy a explicarlo de forma muy sencilla:
Supongamos que un niño pasa con su padre, más o menos, y tirando por lo bajo, de 2 a 4 horas al día. Dicho padre no sólo tiene la autoridad sobre el niño y la ejerce de mejor o peor manera, sino que, además, es su figura de referencia y seguridad, o debería serlo.
Por lo tanto, en los años de máximo desarrollo neuronal y adecuación progresiva del niño a su entorno, que podríamos estimar por lo bajo en 16 años, el padre habrá pasado aproximadamente:
16 años · 365 días por año = 5.840 días. Si por cada día pasa entre 2 y 4 horas, esto supone entre 11.680 y 23.360 horas.
¿Parece poco?
3. Culpas
Bueno, culpa igual es una forma muy dura de decirlo. Podemos llamarlo responsabilidad, capacidad de influencia… O culpa si alguien quiere, lo que pasa es que eso no le va a ayudar. Mejor aplicamos un enfoque positivo.
De hecho, está estudiado que muchas de las diferencias que se encuentran en el desarrollo de las diferentes funciones de los niños se han asociado a muchos factores5 como estimulación temprana en diferentes entornos, intensidad del vínculo con cuidadores, alimentación u oportunidades de participación en diferentes actividades, todo ello guiado o ejercido directamente por los padres.
También se sabe que las madres con problemas de estrés, y consecuentemente de sueño muestran menor calidad de cuidado en su actividad respecto a sus hijos6, o, por poner otro ejemplo, que los hijos sometidos a un estilo adecuado de crianza muestran mejor autoregulación emocional7 que los que no.
Y no acaba ahí, se sabe que existen influencias de los padres sobre el espacio y adecuación del juego de los niños8, efectos sobre la tendencia de participación, percepción del dolor y calidad del sueño9 , o que los padres funcionan como modelo de conducta, variando así el nivel de actividad física de los hijos10.
Ni si quiera los hijos que van a la compra con sus padres consiguen hacer que gasten más, sólo que vayan más rápido11 (a alguno seguro que le suena). La influencia de los padres es incuestionable.
Y así se ha descrito el efecto de padres (o cuidadores) sobre sus hijos como un elemento crucial para entender factores tan clave5 como respuesta a diferentes estímulos, capacidad de inhibición, autogestión emocional o tendencia de aparición de emociones negativas.
La evidencia es abrumadora, yo he hecho una selección, pero hay infinidad de estudios sobre el tema.
Y es que estos procesos son transversales a cualquier tipo de situación vital. Estos factores influyen en todo lo que ocurre en el día a día.
Así que lo que tenemos que entender es que, al final, un hijo no es lo que yo le diga que haga, es lo que le hago hacer.
¿Y qué pasa si soy su modelo para que aprenda lo que no quiero que haga?
4. Claves prácticas
Yo empezaría por el modelo PRISMA, que habla de las necesidades, en términos generales, que tienen los niños para desarrollarse adecuadamente y llegar a ser adultos maduros y estables:
En él, resumiéndolo, se habla sobre tres variables:
- Emocionalidad positiva o tendencia a interpretar los sucesos en un sentido de disfrute, afrontamiento o aceptación.
- Relaciones sociales. Habilidades sociales y capacidad para desenvolverse en situaciones cambiantes con otras personas.
- Perseverancia-Compromiso. CONTINUIDAD. Resistencia a la frustración y trabajo para objetivos de largo plazo.
Todo ello se consigue con multitud de situaciones cambiantes en donde hay que dar respuesta eficiente de diferente forma a muchas demandas. Ahí está el arte, tendrás que entrenarte en saber leer cada una.
Sin embargo, a modo de resúmen, y para tener un punto por donde empezar, podríamos poner unas claves (no rápidas ni fáciles):
- Deja que el mundo actúe sobre tu hijo. No le evites situaciones, aunque te asuste que se enfrente a problemas. Dale la oportunidad de experimentar todo lo que pueda.
- Ayúdale a conformar un estilo de comprensión positivo12,13 del mundo, tanto para las cosas buenas, como tranquilo y de asunción para las cosas malas.
- Enséñale a frustrarse14. A renunciar a los placeres a corto plazo para poder llegar a objetivos más complejos.
- Sé el modelo. No le digas cómo hacerlo, hazlo con él15,16 .
Poco a poco, cada día una cosa bien aprendida.
Al menos, es algo por lo que empezar.
5. Referencias
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- Bornstein, M. H. (Ed.). (2019). Handbook of Parenting: Volume 5: The Practice of Parenting. Routledge.
- Spinrad, T. L., Eisenberg, N., & Valiente, C. (2019). Parenting and Children’s Prosocial Development. In Handbook of Parenting (pp. 91-121). Routledge.
- Masten, A. S., & Palmer, A. R. (2019). Parenting to promote resilience in children. In Handbook of parenting (pp. 156-188). Routledge.
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