No hay probiótico que te quite el agobio
1. La depresión no se cura con un probiótico
Demasiado a menudo encontramos noticias de medios de comunicación que citan estudios serios demasiado resumidos a titulares rompedores. Cosas como que los problemas de la depresión van a ser arreglados con una pastilla, (recomiendo esta entrada sobre medicación) o quizá modificando las bacterias del intestino. También que la ansiedad es genética, que con la dieta voy a arreglar mis problemas emocionales u otras soluciones rápidas, sencillas y totalmente efectivas.
Todo esto suele ser sensacionalismo, y la consigna que quiero transmitir ante él es clara: no es oro todo lo que reluce. Esos temas son mucho más complejos que lo que resumen los titulares y tienen muchísimos detalles. Si fueran tan sencillos seguramente ya estarían totalmente resueltos y no serían un reclamo tan interesante para tantas personas.
Y remarco: no hace falta indignarse o querer atacar a quien saca esas conclusiones, simplemente hay que comprender que la magia no existe, y que si de repente una investigación revela algo nunca visto ni predicho (con toda la gente que se dedica a estudiar estos temas)… Probablemente no sean tan ciertas como aparentan.
Ante la abrumadora cantidad de estudios que relacionan directamente la depresión con la activación conductual1 y las valoraciones personales que las personas hacen de las situaciones2, parece inverosímil que, al final, la composición de las bacterias del intestino sea la clave en un proceso depresivo. Puede que influya, pero todo apunta a que no es el factor definitivo.
Por otro lado, mirando a los investigadores (esta noticia) y, suponiendo que son honestos en sus planteamientos y diseños (por qué íbamos a dudarlo), también hay que tener en cuenta que quizá, más que elaborar un entramado complot, simplemente estén tratando de hacer lo que saben hacer. Pueden que simplemente les falte un poco de perspectiva.
A veces, sencillamente la gente no termina de dar con la visión de conjunto.
2. Detalles que importan
Concluir es muy atractivo. A cualquiera le seduce la idea de que su trabajo sea rompedor, descubridor, importante y valorado. Por eso, los que hemos tocado un poco el campo científico nos encontramos que los autores suelen inflar sus resultados y evitar concluir que algo no aporta nada, no ayuda o no es significativo.
Pero la realidad es que muchas veces estos estudios flojitos y sin tanto impacto se basan en análisis que no nos pueden explicar causas. Comúnmente correlaciónes, de hecho (vemos dos variables en un grupo de personas y analizamos si aparecen conjuntas o no).
Por ejemplo, es posible encontrar que el dinero influye directamente en la calidad de vida3, sin embargo la gente no come, bebe, disfruta o acaricia billetes. El dinero y la calidad de vida tienen variables que median, como son el acceso a alimentos, vivienda, educación superior, ocio, etc.
Elaborar un modelo lleva tiempo, esfuerzo, varias investigaciones y mucha autocrítica, pero es importante para no acabar pensando cosas como que “tienes depresión porque te faltan un par de tipos de bacterias”.
3. ¿Me puede provocar úlceras tener ansiedad?
En psicología (como en otras ramas) conocemos bien los problemas de la investigación4 en relación a este tema:
- A raíz de la observación clínica se comenzó a investigar y se encontraron relaciones entre problemas gástricos y síntomas de ansiedad, por lo que se identificó que la activación ansiosa sostenida generaba una alteración fisiológica que predisponía a la aparición de úlceras.
- Pero después se empezaron a plantear objeciones por haber personas con síntomas de ansiedad sin úlceras, y también personas con úlceras sin síntomas de ansiedad. Esto llevó a desechar la teoría de la predisposición. Además, se descubrió la Helicobacter pylori como principal causante de las úlceras, independientemente del estrés o de la ansiedad.
- En la actualidad, sigue habiendo resultados que relacionan estrechamente los estados ansiosos mantenidos con la aparición de las úlceras, pese a que algunos profesionales intenten desechar por completo sus efectos.
La perspectiva actual no es sí ni no, sino un poco de esto y de aquello. No podemos hablar de causas y efectos rotundos, sino más bien de una serie de factores que correlacionan y se potencian o inhiben entre sí, como efectivamente parece ocurrir con la Helicobacter y el estrés.
Al final todos tenían un poco de razón.
Como vemos, al ir descubriendo nuevas cosas, los procesos sencillos de explicaciones rápidas se van complicando y generando problemas más difíciles de resolver5 o de manejar. Pero claro, esto no provoca titulares llamativos.
4. Conclusión: los síntomas gastrointestinales no te causan la depresión
Repito: los síntomas gastrointestinales no te causan la depresión. Tampoco causan la ansiedad. En todo caso podemos decir, y decimos, que los síntomas médicos generan un estado de molestia y malestar que puede incidir sobre estados de ánimo depresivos o ansiosos6.
Y poco más.
Si te encuentras en un momento de estrés o bajón, la mejor recomendación que puedo darte es que busques ayuda profesional.
Actualmente existe buen conocimiento para que un psicólogo competente te ayude a analizar bien de dónde vienen los problemas, y también para encontrar formas de afrontarlos7.
Pero atención: no son medios pasivos, ya que requieren una implicación y acción activa del paciente. Muy seguramente no te valdrá con tomar un probiótico una vez al día y esperar que todo mejore. A lo mejor ayuda, pero de ahí a ser suficiente…
Afortunadamente, como explico en otro artículo, a día de hoy no hay sustancia que pueda cambiar la valoración en nuestro pensamiento. Y quizá sea mejor así.
«Our approach does not allow testing for causality nor directionality of microbiota–gut– brain axis interactions; however, it provides a panel of stringent associations taking into account the compositionality of microbiome data and potential confounding effects of antidepressant medication8.
Traducido: «Nuestra aproximación no permite comprobar la causalidad o direccionalidad de las interacciones entre la microbiota del intestino y los ejes cerebrales; sin embargo, sí aporta un cuadro de estrictas asociaciones que tiene en cuenta la composición de los datos de microbioma y sus potenciales efectos sobre la medicación antidepresiva»-.8
Extraído de Valles-Colomer et al. (2019)
Esta cita es del artículo que me motivó a escribir esta entrada.
Como vemos, a menudo los mismos investigadores son más razonables y cautos que los periodistas que divulgan los titulares pretenciosos.
5. Referencias
- Pérez Álvarez, M. (2007). La activación conductual y la desmedicalización de la depresión. Papeles del Psicólogo, 28 (2).
- Polo, J. V. P., & Díaz, D. E. P. (2011). Terapia cognitiva-conductual (TCC) Como tratamiento para la depresión: Una revisión del estado del arte. Duazary, 8(2), 251-257.
- Diener, E., & Diener, C. (1995). The wealth of nations revisited: Income and quality of life. Social Indicators Research, 36(3), 275-286.
- Overmier, J. B. y Murison, R. (2000). Anxiety and helplessness in the face of stress predisposes, precipitates, and sustains gastric ulceration. Behavioural Brain Research, 110, 161-174.
- Piqueras Rodríguez, J. A., Martínez González, A. E., Ramos Linares, V., Rivero Burón, R., García López, L. J., & Oblitas Guadalupe, L. A. (2008). Ansiedad, depresión y salud. Suma Psicológica, 15(1).
- Ruíz, M. A. C., Herrera, R. B. O., Jurado, D. M., & Luna, J. L. P. (2007). Asociación de depresión y ansiedad en pacientes con síndrome de intestino irritable. Revista de Gastroenterología de México, 72(1), 29-33.
- Pérez Alvarez, M., Fernández Rodríguez, C., Amigo Vázquez, I., & Fernández Hermida, J. R. (2003). Guía de tratamientos psicológicos eficaces. Ediciones Pirámide.
- Valles-Colomer, M., Falony, G., Darzi, Y., Tigchelaar, E. F., Wang, J., Tito, R. Y., … & Claes, S. (2019). The neuroactive potential of the human gut microbiota in quality of life and depression. Nature microbiology, 1.