Esta no es una entrada más de la eterna guerra entre personas «a favor» o «en contra» de la medicación. Es un compendio de información fiable sobre la que tomar decisiones.
Pero la decisión ya depende de cada uno.
Pastillas contra los problemas mentales
1. Introducción
Cuando uno se plantea tomar medicación psiquiátrica no lo hace (o no debe) con la intención de curar completamente su problema, sino, en lugar de eso, de aliviar en algún grado un determinado grupo de síntomas.
Así es como funciona. Enfocarlo como panacea de salud hace empezar ya a plantear el problema de forma errónea. La medicación no cura enfermedades o trastornos, sino que disminuye síntomas.
Algunos ejemplos: Alprazolam, Escitalopram, Diazepam o Clozapina.
Así que, como sabemos que los trastornos son algo más complejos que tener un síntoma determinado en un momento determinado (en esta entrada sobre depresión lo explico un poco más detallado), y que, tanto el estado de bienestar emocional como la aparición de problemas mentales conllevan un conjunto no pequeño de variables, sería un poco inocente pensar que ese gran conjunto se puede abordar con una medicación y nada más.
Así, las guías clínicas (manuales que recogen la evidencia científica sobre cómo tratar cada problema), tanto nacionales como internacionales, recogen no sólo la eficacia de los fármacos como también de otros tipos de tratamiento (como el psicológico) y, con ello, hacen recomendaciones sobre qué plan debería tener cada profesional en la cabeza antes de actuar.
Pero, claro, en este punto la ciencia es muy compleja y no facilita soluciones fáciles y rápidas, así que surgen distintas voces que añaden opiniones a favor de otras opciones, o en contra de medicaciones.
Hace tiempo publiqué una entrada sobre un reanálisis de un estudio sobre mediación antidepresiva que es muy interesante, pero que sigue dejando margen de debatir muchas cosas.
Y, todo esto sin olvidar que también hay que tener en cuenta que existen muchas medicaciones, muchos posibles casos y muchas situaciones sobre las que tomar decisiones, así que cualquier conclusión general siempre se quedará un poco coja.
Recomiendo encarecidamente leer esta noticia sobre la medicación para TDAH para ilustrarlo. El titular impactante no hace justicia a todo el análisis que cuenta después.
2. Polémica 1: curar
Fundamentalmente, la polémica que genera el uso de medicación se debe a dos puntos:
- ¿Puede la medicación arreglar el problema?
- Contando con los efectos secundarios, ¿merece la pena tomarla?
Entrando a la primera cuestión, desde el punto de partida que estamos usando de que la medicación se enfoca a paliar síntomas y no trastornos completos, la deducción lógica es que no. La medicación no soluciona el problema.
Sin embargo, eso no tiene por qué significar que la medicación sea radicalmente contraindicada porque, en teoría, si sirve para facilitar el tratamiento global puede ser una herramienta poderosa si se controlan todos esos factores de los que hablaba en el apartado anterior.
En este sentido, no hay que perder de vista que las medicaciones que están en el mercado se han demostrado más eficaces que el placebo y que el no tratamiento en estudios científicos controlados. Eso significa que han pasado unos procedimientos de seguridad y que realmente producen efectos en una dirección deseada, sea cual sea.
Ahora bien, si quiero ser un estricto analista de los datos científicos, no debo tomarme estos estudios como demostradores de que los problemas mentales se producen por un desajuste bioquímico.
Lo que sabemos a día de hoy es que las descargar químicas generales no inducen directamente a comportamientos específicos. Por ejemplo, una descarga de testosterona1 puede causar enfado… o tendencia a colaborar, igual que una de oxitocina2 puede causar amor y relajación… o agresión. La dopamina3 pude causar un efecto placentero a corto plazo por una acción actual… o anular la aparición de dicha conducta. Y así con infinidad de sustancias del cerebro.
Todo lo que hacemos produce cambios en nuestro cerebro4. Cada aprendizaje que acumulamos modifica nuestra red, y ni siquiera podemos concluir que los problemas mentales surjan por un desequilibrio inicial. Si alguien te lo afirma con rotundidad, desconfía de su criterio científico.
Incluso aunque eso fuera así, tampoco podríamos detallar qué sustancias, en qué lugares, ni tampoco de qué forma presionarlas con precisión. La tecnología sobre el cerebro aún no está en ese punto.
«Desde luego todos sabemos que este cerebro-factoría es tan poco real como esos mapas antiguos del mundo con sus mares infestados de leviatanes e islas encantadas.
Pero tendemos a confundir nuestros mapas más sofisticados -como los diagramas simplificados de los libros de texto de las vías nerviosas- con los hechos reales. De aquí el sueño reduccionista de una correspondencia punto a punto entre los hechos mentales y los cerebrales como si en última instancia nuestra vida mental entera pudiese ser dibujada en un diagrama de superficie del córtex.
Pero cuanto más descubrimos sobre el órgano de la consciencia más lejos nos encontramos de algo en forma de diagrama de conexiones.»
Hooper, J. y Teresi, D. «El universo del cerebro5 .
Así que tenemos que lidiar con que sabemos que las medicaciones funcionan, producen efectos y están suficientemente investigadas como para ser comercializadas… Y que no terminamos de tener claro su efecto en los cerebros y en las conductas.
Ya avisé de que no había una respuesta sencilla.
3. Polémica 2: efectos secundarios
Sobre la pregunta de si merece la pena tomar fármacos para problemas psicológicos en relación a los efectos secundarios que producen, no hay una respuesta fácil. Como decía, cada caso requiere consideración especial y un análisis muy concreto de las posibilidades de cada entorno.
Existen voces especializadas que señalan que los fármacos no sólo no solucionan el problema sino que lo agravan, dado que generan cronificación de los problemas por graves efectos secundarios y un patrón erróneo de abordaje de los síntomas.
De hecho, no es difícil encontrar estudios6 y grandes expertos que defienden que existe un sobrediagnóstico de trastornos y un excesivo uso de la medicación psiquiátrica. Se trata de un servicio clínico con muchas interrelaciones con la industria farmacológica en la que los conflictos de intereses están más que descritos. (otro ejemplo).
El Consejo General de la Psicología de España, mediante INFOCOP online, publica muchos artículos de estudios y entrevistas a profesionales especialistas que defienden esta posición en contra de el abuso de medicaciones.
Incluso, yendo más allá es posible encontrar estudios que cuestionan las conclusiones de ensayos sobre medicamentos por conflicto de intereses7. La discusión es amplia y tiene muchas personas involucradas a nivel mundial.
En el otro lado también hay voces que los defienden con vehemencia, sobre todo enfocándose en la realidad diaria de las personas que lo toman: Se solicitan y consumen.
No podemos pasar esto por alto, es dato importante: Los pacientes aceptan, incluyen y mantienen la medicación en sus vidas.
Podemos discutir sobre la influencia de los medios, del médico que prescribe o de la preparación de los pacientes. Pero la realidad es que son bien recibidos y consumidos, y su falta produce preocupación.
¿Se debe modular la oferta? Esa es otra de las preguntas difíciles que no te voy a contestar. Yo te pongo la información. Tú decides.
4. Información práctica
Como todas estas consideraciones son muy generales y un poco técnicas,entiendo que puede ser difícil llevarlo a «cómo uso eso para esto que me pasa aquí y ahora«. Así que, en mi opinión, la mejor opción para prepararse para tomar decisiones es tener claro cuál es el escenario en el que me muevo.
No tendrás que considerar las mismas cosas para todos los problemas. Hay múltiples casos: demencia, déficit de atención, problemas de sueño, ansiedad y estrés, síntomas de depresión, una impulsividad problemática, problemas de acción, psicósis y muchos más. Deberás conocer algo sobre el tuyo para no decidir a ciegas. Desconfía de quien te dé soluciones generales.
Ten en cuenta, además, que actualmente no se conoce la combinación fisiológica de los pensamientos y, según lo que sabemos de cómo se producen, todo apunta a que no va a encontrarse por el momento.
Como dice Robert Sapolsky en su libro “Behave. The biology of humans at our best and worst”4 el contrario de la alegría no es el enfado, es la no-alegría, y el contrario de la tristeza no es la alegría, es la no-tristeza.
En este sentido, echa un vistazo al “modelo circumplejo de la emoción”8, en el que podemos ver que las emociones que sentimos son (más o menos) un cruce de activación fisiológica (arousal) y valoración personal de la situación, y que todo ello supone un “contexto mental”.
El contexto mental provoca más o menos satisfacción, más o menos emoción y más o menos de todo aquello que a uno le pase por la cabeza.
Así, independientemente de que se tome la decisión de aceptar medicación o no, resulta determinante el cambio activo del paciente.
Tomar una medicación conlleva un cambio de sensación derivado de esa química, pero si el contexto en el que sus sensaciones y pensamientos mentales se mueven no se ve alterado, la medicación no va a generar por sí sola una “curación”. En este caso, sólo será un parche con cada vez menos efecto y cada vez más tolerancia9,10 .
Actualmente no hay una medicación que pueda cambiar el contenido de nuestros pensamientos. Y quizá sea mejor así.
5. Conclusiones
Como digo, debes tener en cuenta que las explicaciones de que más o menos dopamina (la mal llamada sustancia de la felicidad) provoca más o menos depresión, son muy poco científicas y muy poco fiables.
El cerebro es tremendamente complejo, tiene millones de vías y billones de conexiones en las que median bastante más sustancias que la dopamina, y por una larga lista de motivos.
Así que una descarga de tal sustancia (que no significa que sea ni remotamente lo único que ocurre en ese momento en el cerebro) puede provocar enfado, ira, alegría, relajación o algo diferente4.
“Over the course of minutes to hours, hormonal effects are predominantly contingent and facilitative. Hormones don´t determine, command, cause, or invent behaviors. Instead they make us more sensitive to social triggers of emotionally laden behaviors and exaggerate our preexisting tendencies in those domains.
Traducción: “En el paso de los minutos a las horas, los efectos hormonales son predominantemente contingentes y facilitantes. Las hormonas no determinan, mandan, causan o inventan comportamientos. En lugar de eso, ellas nos hacen más sensibles a los detonantes sociales cargados emocionalmente, y exageran nuestra tendencia preexistente en esos escenarios.”
Robert Sapolsky. “Behave. The biology of humans at our best and worst”4.
Entiende que, independientemente de cuál sea tu problema, la medicación no va a solucionártelo de forma completa ni indefinida11.
En todo caso, su utilidad (si está disponible una medicación adecuada) está en darte un respiro para determinados síntomas de forma que puedas coger el toro por los cuernos. Tendrás que valorar y decidir si debes tomar mediación en función a tu capacidad de afrontar el problema, tu determinación, el apoyo de tu familia y amigos, y el acceso que tengas a ayuda especializada.
Si vives en España, me temo que tendrás menos capacidad de decisión, puesto que la atención (al menos pública) no es tan fácil de conseguir y el tratamiento se suele relegar (en muchos casos) a la toma de pastillas.
Nota: Un poco más difícil no significa imposible.
Las medicaciones son potentes herramientas, pero también peligrosas. Su utilidad depende de todas esas consideraciones que te indico, y cada escenario requiere una consideración especial. Tienes que dedicarle tiempo a pensarlo.
Pregunta a tu profesional sanitario, pídele que te explique qué y por qué, contrasta, busca otras fuentes y opiniones. Infórmate, pide explicaciones claras y toma decisiones. Al final, es tu salud la que está en juego.
6. Referencias
- Eisenegger, C., Naef, M., Snozzi, R., Heinrichs, M., & Fehr, E. (2010). Prejudice and truth about the effect of testosterone on human bargaining behaviour. Nature, 463(7279), 356.
- French, J. A., Mustoe, A. C., Cavanaugh, J., & Birnie, A. K. (2013). The influence of androgenic steroid hormones on female aggression in ‘atypical’mammals. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 368(1631), 20130084.
- Barkley-Levenson, E., & Galván, A. (2014). Neural representation of expected value in the adolescent brain. Proceedings of the National Academy of Sciences, 111(4), 1646-1651.
- Robert Sapolsky. “Behave. The biology of humans at our best and worst”. Ed. Vintage. 2017.
- Hooper, J. y Teresi, D. «El universo del cerebro.» Barcelona, Círculo de Lectores, 1989.
- Andrews, P. W., Thomson Jr, J. A., Amstadter, A., & Neale, M. C. (2012). Primum non nocere: an evolutionary analysis of whether antidepressants do more harm than good. Frontiers in psychology, 3, 117.
- Turner, E. H., Knoepflmacher, D., & Shapley, L. (2012). Publication bias in antipsychotic trials: an analysis of efficacy comparing the published literature to the US Food and Drug Administration database. PLoS medicine, 9(3).
- Posner, J., Russell, J. A., & Peterson, B. S. (2005). The circumplex model of affect: An integrative approach to affective neuroscience, cognitive development, and psychopathology. Development and psychopathology, 17(3), 715-734.
- Moncrieff, J. (2013). Hablando claro: una introducción a los fármacos psiquiátricos. Herder Editorial.
- Minaya, O., Ugalde, O., & Fresán, A. (2009). Uso inapropiado de fármacos de prescripción: dependencia a benzodiazepinas en adultos mayores. Salud mental, 32(5), 405-411.
- De Celis, M. (2018) «El último metaanálisis sobre antidepresivos: Nada nuevo bajo el sol.» Revista Clínica Contemporánea, 9, e7, 1-5.